Esther L. Padilla
Biografía
Artista plástica nacida en San Antonio, Texas, territorio del cual nunca se identificó y percibe una distante aversión. Orgullosa de provenir de una madre Oaxaqueña quién la acogió y demostró su eterno cariño durante una muy difícil infancia solitaria en las calles de la gargantua Ciudad de México, se acobijó en su cuidado y, llevando su ejemplo en carne propia, plasma muestras de este amor en sus personajes en cerámica y en pintura. Quizás su camino elegido lo determinó su ADN manchado de la herencia de un abuelo escultor de imágenes religiosas, o quizás solo la necesidad de engendrar sus propias creaciones tal como lo hizo su madre con ella.
Esther cursa el Bachillerato en Ciencias y Humanidades en Oaxaca donde se interesa en las artes, y, en 1995, es galardonada con la beca FONCA para Jóvenes Creadores para realizar su primer proyecto en cerámica “El sueño de la piedra”. En 1998 obtiene una certificación como instructora de artes plásticas con una especialidad en escultura en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Benito Juárez. Continúa su educación en el Taller Rufino Tamayo en el área de cerámica para dar seriedad al comienzo de su carrera como artista plástica y donde se suma al colectivo de mujeres artistas de Oaxaca ARMO.
La obra de Esther se define como privada y autobiográfica. Sus temas de interés van mas allá de lo cotidiano o lo estético. Su lenguaje es narrativo y figurativo, pero indaga traumas pasados y críticas personales sobre la imagen del rol doméstico el cual refuta en su vida actual. Madre de dos hijos, cuestiona la maternidad, el patriarcado y su existencia. Los colores, como el rojo y el naranja, los convierte en códices y analogías para simbolizar la materia de creación que corre por las venas y cubre la existencia de los seres en este mundo; estos colores que toman el significado de lo sagrado, de lo ardiente y lo carnal.
Así como un cuento, narra su historia y sus tragedias con personajes míticos de su propia creación. Los distingue utilizando diferentes técnicas de pintura y tonos térmicos en planos de perspectivas autónomas: los monocromáticos son inexistencias, los ilustrados la consecuencia de un acto de inocencia. El óleo lo maneja con un sentir de masa y volumen; como si estuviera moldeando la pintura en formas tridimensionales. El temple de huevo solo para una ilusión fantasmática.
Su obra escultural, obra de mayor potencia, es expresividad táctil y gestual. Se palpa el moldeamiento del barro crudo, el sonido de los rostros en llanto y el estremecimiento de las miradas. Cabezas dislocadas con miradas perdidas tapan un hueco de una vasija; dientes caninos habitan en bocas de exclamación; niñas sin rostros se acurrucan para oírse unas a las otras; una figura femenina que cubre sus oídos se balancea en lo que parece un pedazo de cascajo. Apasionadas y reveladoras de su trayectoria como mujer, hija, madre y creadora son estas las expresiones numismáticas en el barro bruto de Esther Padilla.
Teresa Díaz Diez
Curadora
Esther L. Padilla, Oaxaca de Juárez, Oaxaca